Jan Hus - 1372 - 1415 cruel muerte del teólogo checo
S. S. Juan Pablo II lamenta «la cruel muerte del teólogo checo en la hoguera»
Historia
Para conocer una historia es necesario, pero no suficiente, conocer los hechos, pues es preciso también conocer el espíritu, o si se quiere la intención que animó esos hechos, dándoles su significación más profunda.
Antes de tratar de ofrecer una respuesta, hay que tener en cuenta que en 1414 se reunió en la ciudad alemana de Constanza un Concilio eclesiástico convocado por un antipapa (Juan XXIII) cuyas sesiones duraron hasta 1418.
El Concilio de Constanza consiguió la abdicación de dos de los Papas existentes - Juan XXIII y Gregorio XII -, y excomulgó al renuente Benedicto XIII - español cuyo nombre era Pedro de Luna. Al mismo tiempo, proclamó la superioridad del Concilio sobre el Papa. .
No fundó, ni pretendió nunca fundar otra iglesia, ni tampoco fue un reformador como Lutero.
Hus - nacido alrededor de 1372 en Husinec, Bohemia del Sur (que hoy forma parte de la República Checa) - llegó a Praga entre los años 1386 y 1390. Se desconocen datos exactos de su vida y sus estudios universitarios en el período citado. Sólo sabemos que luego fue calificado por el propio Hus como "período de los años de locura estudiantil".
La carrera universitaria de Hus fue rápida. El papel decisivo lo desempeñaron la diligencia, la voluntad y la perseverancia con que trataba de responder a los problemas de su época. Encontró en las obras del pensador inglés, John Wyclif, inspiración y autoridad, como muchos profesores de la Universidad praguense.
Al estudio de las obras de Wycklif, Hus se dedica especialmente entre los años 1396 y 1398. Se conservaron notas y glosas, con las que Hus acompañó su lectura de los textos de Wyclif. En muchas ocasiones se trata de verdaderas exclamaciones entusiastas.
Hus fue ordenado sacerdote en 1400. Un año más tarde, fue nombrado decano de la Facultad de arte, y en 1409 rector de la Universidad praguense.
Entretanto, en 1403 los maestros alemanes provocaron en la Universidad una disputa sobre los textos de Wycklif, logrando la condena de algunas enseñanzas suyas. Este hecho indignó mucho a Hus, quien declaró que todos los que falsificaban el legado de Wyclif deberían ser quemados vivos en la hoguera. cortina
Entre los años 1400 y 1402 Juan Hus predica en la Iglesia de San Miguel, demostrando su elocuencia y dotes oratorias. Critica severamente toda una serie de vicios, principalmente la fornicación, la usura y la brujería. En especial, no le gusta la danza, y por lo tanto exige su prohibición oficial.
Este puritanismo es explicable por los remordimientos de Hus en relación con sus disparates juveniles y estudiantiles. Al mismo tiempo, comienza a utilizar un vocabulario demasiado expresivo, popular y ergotista. Sin embargo, los sermones de Hus en aquella época no sobrepasaban el marco de la ortodoxia católica.
Hus se convierte en uno de los predicadores más famosos de Praga. Gracias a esta fama comenzó a actuar en la denominada Capilla de Belén a la que solían concurrir no sólo gente sencilla, sino también aristócratas de influencia y parte de la burguesía capitalina. Entre los auditores de Hus se encontraba también la reina Sofía, esposa del soberano checo, Wenceslao Cuarto (Wenceslav IV), del que hay una estatua eqüestre y una gran plaza en Praga.
La extraordinaria sugestividad de los sermones de Hus testimoniaba su capacidad de responder a la sensibilidad de las masas. Este don le permitió manipular facilmente a los auditores, inculcarles todo tipo de argumentos e influir sobre su forma de pensar.
El abismo entre la imagen real de la Iglesia y la iglesia idealizada de los "Hechos de los Apóstoles" y los maestros eclesiásticos estaba profundizándose, debido a lo cual la desilusión de Hus comenzó a prevalecer sobre la orientación hacia una reforma legítima. A este desvío contribuyó notablemente el carácter de Hus que se destacaba por una gran emotividad y tendencia hacia un realismo extremista.
Al estudiar en 1408 la obra de Wyclif "De la Verdad de las Sagradas Escrituras", Hus se sintió como si se le hubieran abierto los ojos. Esta comprensión se debió a la permanente frustración que le provocaban los profanos abusos de la administración eclesiástica - en especial, el negocio con las indulgencias.
La frustración provocó en Hus cierto regreso hacia el cristianismo primitivo, y el propio texto de la Sagrada Escritura se convirtió en el criterio único de la verdad. Y este principio puede aplicarse sólo mediante la denominada "explicación libre de la Escritura", explicación que obedece solamente a la conciencia subjetiva. Sólo lo que de ella coincide con la Escritura es verídico - todo lo demás es casual, incorrecto.
La lamentable situación en que se encontraba la Iglesia eurooccidental y su problema papal, parecía como si confirmaran esas conclusiones de Hus.
En vista de la crisis disciplinaria e institucional que atravesaba la Iglesia Católica antes de 1415, Hus comenzó a identificar a sus seguidores y a sí mismo con Jesucristo y sus Apóstoles. A los auditores les exhortaba a la imitación fanática del Maestro, mientras que a sus adversarios les denominaba "fariseos, saduceos", y al Papa "encarnación del Anticristo".
Desde 1379, toda la iglesia occidental se debatía entre excomuniones provocadas por la existencia de dos papas. Entretanto, el emperador romano-germánico, Segismundo - hermano del Rey Checo, Wenceslao Cuarto - dispuso en 1403 que los cristianos europeos no obedecieran bula papal alguna. Y en 1409, los cardenales de la fracción se rebelan y declaran "herejes" a los dos papas existentes.
Para colmo de desgracias, Hus es anatematizado por el tercer papa - el ilegítimo papa de Pisa (Juan XXIII), que le convoca inválida e ilegítimamente al Concilio de Constanza: el mismo concilio que destrona, primeramente, a su convocador por hereje, y que posteriormente, partiendo del dudoso concepto de la legitimidad conciliarista, condenaría también a Juan Hus.
Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, la actitud de Hus frente al citado Concilio de Constanza puede ser calificada de absurda e irónica. Hus rechaza la acusación de herejía y exige que el concilio le enseñe la verdad.
Pero Hus sabía muy bien que este tipo de concilio no podía darle una respuesta adecuada al problema de las enseòanzas de su amado pensador inglés, John Wycklif. Tenía que saber que su intransigencia frente al Concilio no tendría otra solución que la excomunión y la muerte. Tanto más que siguió remitiéndose al destino terrestre de Jesucristo.
Juan Hus se identificó con Jesucristo como adversario de los fariseos y saduceos. Pensaba que mientras que más maldijera a la Iglesia institucional, más fiel sería al legado de Cristo. No le importaba que las acusaciones planteadas por el Concilio fueran infundadas, o no. El Concilio era para Hus un tribunal semejante al que había condenado a Cristo.
Resumiendo el problema, podemos decir que Hus no fue un hereje típico, pero padecía de una indignación endémica y existencialista frente a la actuación profana de la Iglesia a todos los niveles. La cuestión de entablar un diálogo y buscar una solución común no era su problema. La sincera cuestión pastoral, psicológica e intelectual "¿por qué piensas o haces esto?", que debe anteceder cualquier análisis o veredicto, para Hus no existía.
Sin embargo, el diálogo era en su época algo totalmente desconocido. Al contrario, dialogar con los sospechosos estaba prohibido y era muy peligroso. La idea conciliatoria no podía garantizar al espíritu dialogante: los concilios de Pisa y de Constanza lo demostraron muy elocuentemente.
La época de Juan Hus carecía de antecedentes acerca del diálogo como camino hacia la verdad - conocimiento que se registró tan sólo en el Concilio de Basilea, entre los años 1431 y 1449. Sus padres espirituales y partidarios de un diálogo abierto fueron los cardenales Cesarini y Nicolás de Cusa. Pero ni siquiera en este Concilio se impuso la idea de un diálogo eclesiástico - diálogo que tardaría más de 500 años en prevalecer, y ello en el Concilio Ecuménico "Vaticano Segundo". Con la emisión de los documentos "Lumen gentium" y "Dei verbum", se ofreció la enseñanza sobre "lo mejor y más aceptable" que tan enérgicamente exigiera Juan Hus en 1415, en el Concilio de Constanza, pagando dicha exigencia con su propia vida e inspirando en su patria, sin haber podido intuirlo, una fratricida guerra religiosa de los husitas checos.
Pero ni siquiera en el Concilio Vaticano Segundo la causa de Juan Hus quedó concluida definitivamente. Desde el punto de vista formal, faltaban todavía casi 40 años para ponerle punto final al problema que dividía a los checos ya desde el siglo XV.
El Concilio de Constanza consiguió la abdicación de dos de los Papas existentes - Juan XXIII y Gregorio XII -, y excomulgó al renuente Benedicto XIII - español cuyo nombre era Pedro de Luna. Al mismo tiempo, proclamó la superioridad del Concilio sobre el Papa. .
Dicho Concilio condenó a la hoguera al sacerdote checo Juan Hus por herejía. La condena a muerte de Hus y de los restos de Wiclef se realizo en un momento de crisis de la Iglesia que contaba con tres Papas reinantes...
Hus y Wiclef fueron culpables de varias doctrinas heréticas como consta en este articulo de mercaba publicado en catholic.net:
Concilio de Constanza (Alemania). Años 1414-1418
El seis de julio de 1415, Juan Hus fue quemado vivo y sus cenizas lanzadas al río que atraviesa Constanza.
Lo curioso del hecho es que el sacerdote católico checo fue condenado en un momento en el que las personas seguían al Papa que consideraban verdadero y por una asamblea eclesiástica que, al identificarse con el denominado conciliarismo y su supremacía frente al Sumo Pontífice, también violó heréticamente uno de los dogmas de la fe católica.
Desde aquel entonces, muchos checos, especialmente los de orientación evangélico-protestante, anticatólica o atea, consideraron la muerte de Hus como una injusticia histórica pendiente de rectificación o rehabilitación.
Se solía olvidar que Juan Hus fue condenado principalmente debido a su intransigencia en algunos puntos considerados por el Concilio de Constanza como dogmáticamente erróneos. También se olvidaba que Juan Hus murió heróicamente, considerándose un sacerdote católico.
Concilio de Constanza (Alemania). Años 1414-1418
El seis de julio de 1415, Juan Hus fue quemado vivo y sus cenizas lanzadas al río que atraviesa Constanza.
Lo curioso del hecho es que el sacerdote católico checo fue condenado en un momento en el que las personas seguían al Papa que consideraban verdadero y por una asamblea eclesiástica que, al identificarse con el denominado conciliarismo y su supremacía frente al Sumo Pontífice, también violó heréticamente uno de los dogmas de la fe católica.
Desde aquel entonces, muchos checos, especialmente los de orientación evangélico-protestante, anticatólica o atea, consideraron la muerte de Hus como una injusticia histórica pendiente de rectificación o rehabilitación.
Se solía olvidar que Juan Hus fue condenado principalmente debido a su intransigencia en algunos puntos considerados por el Concilio de Constanza como dogmáticamente erróneos. También se olvidaba que Juan Hus murió heróicamente, considerándose un sacerdote católico.
No fundó, ni pretendió nunca fundar otra iglesia, ni tampoco fue un reformador como Lutero.
¿Quién fue Juan Hus?
La carrera universitaria de Hus fue rápida. El papel decisivo lo desempeñaron la diligencia, la voluntad y la perseverancia con que trataba de responder a los problemas de su época. Encontró en las obras del pensador inglés, John Wyclif, inspiración y autoridad, como muchos profesores de la Universidad praguense.
Al estudio de las obras de Wycklif, Hus se dedica especialmente entre los años 1396 y 1398. Se conservaron notas y glosas, con las que Hus acompañó su lectura de los textos de Wyclif. En muchas ocasiones se trata de verdaderas exclamaciones entusiastas.
Hus fue ordenado sacerdote en 1400. Un año más tarde, fue nombrado decano de la Facultad de arte, y en 1409 rector de la Universidad praguense.
Entretanto, en 1403 los maestros alemanes provocaron en la Universidad una disputa sobre los textos de Wycklif, logrando la condena de algunas enseñanzas suyas. Este hecho indignó mucho a Hus, quien declaró que todos los que falsificaban el legado de Wyclif deberían ser quemados vivos en la hoguera. cortina
Entre los años 1400 y 1402 Juan Hus predica en la Iglesia de San Miguel, demostrando su elocuencia y dotes oratorias. Critica severamente toda una serie de vicios, principalmente la fornicación, la usura y la brujería. En especial, no le gusta la danza, y por lo tanto exige su prohibición oficial.
Este puritanismo es explicable por los remordimientos de Hus en relación con sus disparates juveniles y estudiantiles. Al mismo tiempo, comienza a utilizar un vocabulario demasiado expresivo, popular y ergotista. Sin embargo, los sermones de Hus en aquella época no sobrepasaban el marco de la ortodoxia católica.
Hus se convierte en uno de los predicadores más famosos de Praga. Gracias a esta fama comenzó a actuar en la denominada Capilla de Belén a la que solían concurrir no sólo gente sencilla, sino también aristócratas de influencia y parte de la burguesía capitalina. Entre los auditores de Hus se encontraba también la reina Sofía, esposa del soberano checo, Wenceslao Cuarto (Wenceslav IV), del que hay una estatua eqüestre y una gran plaza en Praga.
La extraordinaria sugestividad de los sermones de Hus testimoniaba su capacidad de responder a la sensibilidad de las masas. Este don le permitió manipular facilmente a los auditores, inculcarles todo tipo de argumentos e influir sobre su forma de pensar.
El abismo entre la imagen real de la Iglesia y la iglesia idealizada de los "Hechos de los Apóstoles" y los maestros eclesiásticos estaba profundizándose, debido a lo cual la desilusión de Hus comenzó a prevalecer sobre la orientación hacia una reforma legítima. A este desvío contribuyó notablemente el carácter de Hus que se destacaba por una gran emotividad y tendencia hacia un realismo extremista.
Al estudiar en 1408 la obra de Wyclif "De la Verdad de las Sagradas Escrituras", Hus se sintió como si se le hubieran abierto los ojos. Esta comprensión se debió a la permanente frustración que le provocaban los profanos abusos de la administración eclesiástica - en especial, el negocio con las indulgencias.
La frustración provocó en Hus cierto regreso hacia el cristianismo primitivo, y el propio texto de la Sagrada Escritura se convirtió en el criterio único de la verdad. Y este principio puede aplicarse sólo mediante la denominada "explicación libre de la Escritura", explicación que obedece solamente a la conciencia subjetiva. Sólo lo que de ella coincide con la Escritura es verídico - todo lo demás es casual, incorrecto.
La lamentable situación en que se encontraba la Iglesia eurooccidental y su problema papal, parecía como si confirmaran esas conclusiones de Hus.
En vista de la crisis disciplinaria e institucional que atravesaba la Iglesia Católica antes de 1415, Hus comenzó a identificar a sus seguidores y a sí mismo con Jesucristo y sus Apóstoles. A los auditores les exhortaba a la imitación fanática del Maestro, mientras que a sus adversarios les denominaba "fariseos, saduceos", y al Papa "encarnación del Anticristo".
Desde 1379, toda la iglesia occidental se debatía entre excomuniones provocadas por la existencia de dos papas. Entretanto, el emperador romano-germánico, Segismundo - hermano del Rey Checo, Wenceslao Cuarto - dispuso en 1403 que los cristianos europeos no obedecieran bula papal alguna. Y en 1409, los cardenales de la fracción se rebelan y declaran "herejes" a los dos papas existentes.
Para colmo de desgracias, Hus es anatematizado por el tercer papa - el ilegítimo papa de Pisa (Juan XXIII), que le convoca inválida e ilegítimamente al Concilio de Constanza: el mismo concilio que destrona, primeramente, a su convocador por hereje, y que posteriormente, partiendo del dudoso concepto de la legitimidad conciliarista, condenaría también a Juan Hus.
Teniendo en cuenta todos estos antecedentes, la actitud de Hus frente al citado Concilio de Constanza puede ser calificada de absurda e irónica. Hus rechaza la acusación de herejía y exige que el concilio le enseñe la verdad.
Pero Hus sabía muy bien que este tipo de concilio no podía darle una respuesta adecuada al problema de las enseòanzas de su amado pensador inglés, John Wycklif. Tenía que saber que su intransigencia frente al Concilio no tendría otra solución que la excomunión y la muerte. Tanto más que siguió remitiéndose al destino terrestre de Jesucristo.
Juan Hus se identificó con Jesucristo como adversario de los fariseos y saduceos. Pensaba que mientras que más maldijera a la Iglesia institucional, más fiel sería al legado de Cristo. No le importaba que las acusaciones planteadas por el Concilio fueran infundadas, o no. El Concilio era para Hus un tribunal semejante al que había condenado a Cristo.
Resumiendo el problema, podemos decir que Hus no fue un hereje típico, pero padecía de una indignación endémica y existencialista frente a la actuación profana de la Iglesia a todos los niveles. La cuestión de entablar un diálogo y buscar una solución común no era su problema. La sincera cuestión pastoral, psicológica e intelectual "¿por qué piensas o haces esto?", que debe anteceder cualquier análisis o veredicto, para Hus no existía.
Sin embargo, el diálogo era en su época algo totalmente desconocido. Al contrario, dialogar con los sospechosos estaba prohibido y era muy peligroso. La idea conciliatoria no podía garantizar al espíritu dialogante: los concilios de Pisa y de Constanza lo demostraron muy elocuentemente.
La época de Juan Hus carecía de antecedentes acerca del diálogo como camino hacia la verdad - conocimiento que se registró tan sólo en el Concilio de Basilea, entre los años 1431 y 1449. Sus padres espirituales y partidarios de un diálogo abierto fueron los cardenales Cesarini y Nicolás de Cusa. Pero ni siquiera en este Concilio se impuso la idea de un diálogo eclesiástico - diálogo que tardaría más de 500 años en prevalecer, y ello en el Concilio Ecuménico "Vaticano Segundo". Con la emisión de los documentos "Lumen gentium" y "Dei verbum", se ofreció la enseñanza sobre "lo mejor y más aceptable" que tan enérgicamente exigiera Juan Hus en 1415, en el Concilio de Constanza, pagando dicha exigencia con su propia vida e inspirando en su patria, sin haber podido intuirlo, una fratricida guerra religiosa de los husitas checos.
Pero ni siquiera en el Concilio Vaticano Segundo la causa de Juan Hus quedó concluida definitivamente. Desde el punto de vista formal, faltaban todavía casi 40 años para ponerle punto final al problema que dividía a los checos ya desde el siglo XV.
Errores de Juan Hus
[Condenados en el Concilio y en las Bulas antedichas, 1418]
Errores de Juan Hus
[Condenados en el Concilio y en las Bulas antedichas, 1418]
1. Unica es la Santa Iglesia universal, que es la universidad de los predestinados.
2. Pablo no fue nunca miembro del diablo, aunque realizó algunos actos semejantes a la Iglesia de los malignos.
8. Los precitos no son partes de la Iglesia, como quiera que, al final, ninguna parte suya ha de caer de ella, pues la caridad de predestinación que la liga, nunca caerá.
4. Las dos naturalezas, la divinidad y la humanidad, son un soIo Cristo.
5. El precito, aun cuando alguna vez esté en gracia según la presente justicia, nunca, sin embargo, es parte de la Santa Iglesia, y el predestinado siempre permanece miembro de la Iglesia, aun cuando alguna vez caiga de la gracia adventicia, pero no de la gracia de predestinación.
6. Tomando a la Iglesia por la congregación de los predestinados, estuvieren o no en gracia, según la presente justicia, de este modo la Iglesia es artículo de fe.
7. Pedro no es ni fue cabeza de la Santa Iglesia Católica.
8. Los sacerdotes que de cualquier modo viven culpablemente, manchan la potestad del sacerdocio y, como hijos infieles, sienten infielmente sobre los siete sacramentos de la Iglesia, sobre las llaves, los oficios, las censuras, las costumbres, las ceremonias, y las cosas sagradas de la Iglesia, la veneración de las reliquias, las indulgencias y las órdenes.
9. La dignidad papal se derivó del César y la perfección e institución del Papa emanó del poder del César.
10. Nadie, sin una revelación, podría razonablemente afirmar de si o de otro que es cabeza de una Iglesia particular, ni el Romano Pontífice es cabeza de la Iglesia particular de Roma.
11. No es menester creer que éste, quienquiera sea el Romano Pontífice, es cabeza de cualquiera Iglesia Santa particular, si Dios no le hubiere predestinado.
12. Nadie hace las veces de Cristo o de Pedro, si no le sigue en las costumbres; como quiera que ninguna otra obediencia sea más oportuna y de otro modo no reciba de Dios la potestad de procurador, pues para el oficio de vicariato se requiere tanto la conformidad de costumbres, como la autoridad del instituyente.
13. El Papa no es verdadero y claro sucesor de Pedro, principe de los Apóstoles, si vive con costumbres contrarias a Pedro; y si busca la avaricia, entonces es vicario de Judas Iscariote. Y con igual evidencia, los cardenales no son verdaderos y claros sucesores del colegio de los otros Apóstoles de Cristo, si no vivieren al modo de los apóstoles, guardando los mandamientos y consejos de nuestro Señor Jesucristo.
14. Los doctores que asientan que quien ha de ser corregido por censura eclesiástica, si no quisiere corregirse, ha de ser entregado al juicio secular, en esto siguen ciertamente a los pontífices, escribas y fariseos, quienes al no quererlos Cristo obedecer en todo, lo entregaron al juicio secular, diciendo: A nosotros no nos es lícito matar a nadie [Ioh. 18, 81]; y los tales son más graves homicidas que Pilatos.
15. La obediencia eclesiástica es obediencia según invención de los sacerdotes de la Iglesia fuera de la expresada autoridad de la Escritura.
16. La división inmediata de las obras humanas es que son o virtuosas o viciosas; porque si el hombre es vicioso y hace algo, entonces obra viciosamente; y si es virtuoso y hace algo, entonces obra virtuosamente. Porque, al modo que el vicio que se llama culpa o pecado mortal inficiona de modo universal los actos de hombre, así la virtud vivifica todos los actos del hombre virtuoso.
17. Los sacerdotes de Cristo que viven según su ley y tienen conocimiento de la Escritura y afecto para edificar al pueblo, deben predicar, no obstante la pretendida excomunión; y si el Papa u otro prelado manda a un sacerdote, así dispuesto, no predicar, el súbdito no debe obedecer.
18. Quienquiera se acerca al sacerdocio, recibe de mandato el oficio de predicador; y ese mandato ha de cumplirlo, no obstante la pretendida excomunión.
19. Por medio de las censuras de excomunión, suspensión y entredicho, el clero se supedita, para su propia exaltación, al pueblo laico, multiplica la avaricia, protege la malicia, y prepara el camino al anticristo. Y es señal evidente que del anticristo proceden tales censuras que llaman en sus procesos fulminaciones, por las que el clero procede principalísimamente contra los que ponen al desnudo la malicia del anticristo, el cual ganará para sí sobre todo al clero.
20. Si el Papa es malo y, sobre todo, si es precito, entonces, como Judas, es apóstol del diablo, ladrón e hijo de perdición, y no es cabeza de la Santa Iglesia militante, como quiera que no es miembro suyo.
21. La gracia de la predestinación es el vinculo con que el cuerpo de la Iglesia y cualquiera de sus miembros se une indisolublemente con Cristo, su cabeza.
22. El Papa y el prelado malo y precito es equivocadamente pastor y realmente ladrón y salteador.
23. El Papa no debe llamarse "santísimo", ni aun según su oficio; pues en otro caso, también el rey había de llamarse santísimo según su oficio, y los verdugos y pregoneros se llamarían santos, y hasta al mismo diablo habría que llamarle santo, porque es oficial de Dios.
24. Si el Papa vive de modo contrario a Cristo, aun cuando subiera por la debida y legítima elección según la vulgar constitución humana; subiría, sin embargo, por otra parte que por Cristo, aun dado que entrara por una elección hecha principalmente por Dios. Porque Judas Iscariote, debida y legítimamente fue elegido para el episcopado por Cristo Jesús Dios, y sin embargo, subió por otra parte al redil de las ovejas.
25. La condenación de los 45 artículos de Juan Wicleff, hecha por los doctores, es irracional, inicua y mal hecha. La causa por ellos alegada es falsa, a saber, que "ninguno de aquéllos es católico, sino cualquiera de ellos herético o erróneo o escandaloso".
26. No por el mero hecho de que los electores o la mayor parte de ellos consintieren de viva voz según el rito de los hombres sobre una persona, ya por ello solo es persona legítimamente elegida, o por ello solo es verdadero y patente sucesor o vicario de Pedro Apóstol o de otro Apóstol en el oficio eclesiástico; de ahí que, eligieren bien o mal los electores, debemos remitirnos a las obras del elegido. Porque por el hecho mismo de que uno obra con más abundancia meritoriamente en provecho de la Iglesia, con más abundancia tiene de Dios facultad para ello.
27. No tiene una chispa de evidencia la necesidad de que haya una sola cabeza que rija a la Iglesia en lo espiritual, que haya de hallarse y conservarse siempre con la Iglesia militante.
28. Sin tales monstruosas cabezas, Cristo gobernaría mejor a su Iglesia por medio de sus verdaderos discípulos esparcidos por toda la redondez de la tierra.
29. Los Apóstoles y los fieles sacerdotes del Señor gobernaron valerosamente a la Iglesia en las cosas necesarias para la salvación, antes de que fuera introducido el oficio de Papa: así lo harían si, por caso sumamente posible, faltara el Papa, hasta el día del juicio.
30. Nadie es señor civil, nadie es prelado, nadie es obispo, mientras está en pecado mortal [v. 595].
Las censuras teológicas de estos 30 artículos, véanse entre las interrogaciones que han de proponerse a los wicleffitas y hussitas, n. 11 [Infra, 661].
DECLARACIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
Bajo los auspicios de la Santa Sede, se reúne en la Universidad Papal de Letrán, en Roma, un Simposio Internacional sobre Jan Hus. En el discurso del Santo Padre, dirigido a los participantes en el simposio, se utiliza la versión checa del nombre de Hus, es decir, Jan.
"Hoy, en vísperas del Gran Jubileo, siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus, y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemio. Ya durante mi primera visita a Praga expresé la esperanza de que se dieran pasos decisivos en el camino de la reconciliación y de la verdadera unidad en Cristo. Las heridas de los siglos pasados deben curarse con una nueva mirada en perspectiva y con el establecimiento de relaciones completamente renovadas."
Al evaluar el sentido del trabajo del Simposio y de la Comisión Ecuménica, constituida hace algunos años por el Primado Checo Cardenal Miroslav Vlk con el objetivo de identificar de modo más preciso el lugar que Jan Hus ocupa entre quienes aspiraban a la reforma de la Iglesia, el Papa Juan Pablo Segundo constató:
"La historiografía se ve entorpecida a veces por presiones ideológicas, políticas o económicas; como consecuencia de ello, la verdad se oscurece y la historia misma termina por convertirse en prisionera de los poderosos. El estudio auténticamente científico es nuestra mejor defensa contra esas presiones y contra las distorsiones que pueden producir. Es verdad que es muy difícil llegar a un análisis de la historia absolutamente objetivo, dado que las convicciones, los valores y las experiencias personales influyen inevitablemente en su estudio y exposición. Sin embargo, esto no significa que no se pueda llegar a una revisión de los eventos históricos que sea realmente imparcial y, como tal, verdadera y liberadora," - Declaración del 17 de diciembre de 1999, en Roma, del Papa Juan Pablo II.
Al mensaje del Papa Juan Pablo Segundo, se sumó una declaración conjunta del Primado Checo, Cardenal Miroslav Vlk, y el Primer Presbítero del Sínodo de la Iglesia Evangélica de los Hermanos Checos, Pavel Smetana.
Al final de la declaración, los jerarcas de dos comunidades eclesiásticas checas - la católica y la evangélica - expresan que precisamente en los umbrales del Gran Jubileo (2000) quieren compartir la alegría frente a la gran señal de la esperanza destinada a toda la nación checa.
Conclusión
La condena a las doctrinas hereticas de Hus y Wiclef son validas. Lo que lamenta profundamente el Papa Juan Pablo II es la muerte de Hus:
"Hoy, en vísperas del Gran Jubileo, siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus, y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemio. Ya durante mi primera visita a Praga expresé la esperanza de que se dieran pasos decisivos en el camino de la reconciliación y de la verdadera unidad en Cristo. Las heridas de los siglos pasados deben curarse con una nueva mirada en perspectiva y con el establecimiento de relaciones completamente renovadas."
En otras ocasiones se declara heretica una doctrina pero no se ordena matar al hereje...
La integridad moral de una persona no tiene nada que ver con un error de fe. Una persona piadosa y buena puede enseñar un error de fe.
"Hoy, en vísperas del Gran Jubileo, siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus, y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemio. Ya durante mi primera visita a Praga expresé la esperanza de que se dieran pasos decisivos en el camino de la reconciliación y de la verdadera unidad en Cristo. Las heridas de los siglos pasados deben curarse con una nueva mirada en perspectiva y con el establecimiento de relaciones completamente renovadas."
En otras ocasiones se declara heretica una doctrina pero no se ordena matar al hereje...
La integridad moral de una persona no tiene nada que ver con un error de fe. Una persona piadosa y buena puede enseñar un error de fe.
Cito a continuación las palabras del P. Jorge Loring
"El que haya protestantes excelentes personas, no convierte, por su buena voluntad, el error en verdad. La buena fe del equivocado no hace verdad lo que no es verdad. La buena fe del equivocado le justifica a él. Si está de buena fe y es virtuoso, Dios lo salvará porque no es culpable. Pero el error sigue siendo error."
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