Prólogo
Entre las devociones con que el pueblo cristiano honra a la Virgen María sobresale el santo rosario; es la reina de las devociones marianas. Múltiples son las razones de esta afirmación. Destacamos algunas de ellas.
- El rosario tiene raíces muy profundas en el alma del pueblo cristiano. Para orar por un difunto, para pedir por una necesidad, para ejercitar la oración en familia... los cristianos recurren al rezo de esta devoción de manera espontánea.
- El rosario tiene una base escriturística amplia y sólida: sus misterios y sus oraciones están tomados de testos bíblicos. Esta oración es un resumen del Nuevo testamento.
- Difícilmente se puede encontrar una síntesis más armónica de oración mental y vocal que el rosario; en él se ora con los labios, se medita con la mente y se ama con el corazón.
- La historia de la salvación está perfectamente presentada en sus momentos culminantes en los misterios del rosario.
- Cuando a algún sacerdote, por dificultades especiales, hay que dispensarle el rezo del oficio divino, frecuentemente se le conmuta por el rezo del rosario.
- La Virgen María, en apariciones tan sólidamente cimentadas por la actitud de la Iglesia jerárquica como las de Lourdes y Fátima, ha pedido esta práctica piadosa.
- Los santos, sobre todo los de los últimos tiempos, han excitado al pueblo cristiano, con sus exhortaciones y ejemplo, a la práctica de esta devoción.
- Los Papas, en incontables documentos de su magisterio, han recomendado insistentemente el rezo del rosario.
Prehistoria
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra rosario significa "corona de rosas".
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.
El Rosario, como forma actual, tuvo su prehistoria y su evolución. No fue una fórmula precisa y fija que la Virgen le entregara a Santo Domingo, tal como se representa en la iconografía. Ya se representaba así en dos cuadros del siglo XIII, destruidos en la revolución francesa y en los que aparecía la Virgen dando el rosario a santo Domingo. Con este tipo de representaciones iconográficas se trata de expresar el dono de la obra de santo Domingo, debida, aunque con elementos previos, a una iluminación sobrenatural, que le hizo estructurar y extender esta devoción en sus elementos fundamentales. Santo Domingo nace en 1170 y muere el año 1221. ¿Cuál es su obra como fundador del rosario? ¿Con qué prehistoria se encontró? Naturalmente se trata de la primera parte del Ave María, ya que el “Santa María” y las partes siguientes no se generalizaron en el rosario hasta principios del siglo XVII. Y hasta parece seguro que el nombre de “Jesús”, añadido a la primera parte del rezo avemariano, no se generalizó hasta mediados del siglo XIII.
El Rosario, como se verá, tuvo una evolución muy varia hasta obtener la forma actual, establecida por la autoridad de la Iglesia. Pero antes – ya se verá la parte que santo Domingo tuvo en ello- el caso, escribe el P. Getino, era saludar insistentemente a la Virgen, dirigirle esa gratísima salutación que le dirigieron el Ángel y santa Isabel, contemplar con ese dulce acorde su vida y, más aún, la de su Hijo divino, mezclar en esas guirnaldas de rosas marianas algunos Padrenuestros (que esos sí se rezaban completos), y entregarse al amor y a la imitación de la Madre de Dios por medio tan sencillo.”
El rezo del Ave María en el siglo XIII
Hacia el siglo XII no hay nada que merezca una consignación sobre el rezo del Ave María. Las homilías de los Santos Padres y los cánones de los Concilios recomiendan mucho la recitación del Símbolo de la fe, el Credo, y la oración dominical; pero el Ave María no aparece recomendada hasta finales de esa centuria, y eso una sola vez. A veces se encuentran citados casos esporádicos, anecdóticos, del rezo del Ave María. San Pedro Damián habla de un religioso que todos los días iba ante el altar de la Virgen y le cantaba la salutación angélica.
En la crónica de san Bartolomé de Carpineto, se lee que el monje Oliverio murió recitando la salutación angélica, lo que también consta de otro monje, Reinaldo de Clairvaux, en tiempo de san Bernardo, que tenía sus delicias en repetirla. San Ayberto, que murió en la primera mitad del siglo XII, recitaba cada día cincuenta Avemarías; el monje Josión, algo posterior, cinco; una cierta Eulalia, de la que habla el Menologio cisterciense –aunque no es seguro que sea del siglo XII- también rezaba ciento cincuenta veces la salutación angélica. También recitaba un abundante número de Avemarías, Cesario Heisterbach que vivió en tiempos de Alejandro III y murió en 1240. Se cuenta asimismo de una señora, sin indicación de nombre, que recitaba la salutación angélica al ir a la iglesia y al encontrarse con alguna imagen de la Virgen, según refiere el Belvacenses. Del monje Bertoldo, benedictino del siglo XII, se dice que aprendió a recitar el Padrenuestro, el Símbolo y la salutación angélica. Hay que advertir que de san Ayberto consta que a las Avemarías “añadía las palabras de santa Isabel.”
Las vidas de san Norberto, san Bruno, san Bernardo, santa Hildegarda y demás bienaventurados del siglo XII nada nos ofrecen de recitaciones avemarianas a pesar de su devoción a la Virgen. Las Constituciones de sus Órdenes respectivas guardan silencio en este siglo, lo mismo que las Constituciones de Concilios, Sínodos y Pontífices. No sólo no aparece prescrito el rezo avemariano a los clérigos, sino que ni siquiera a los legos que no sabían reza el Oficio divino. Solamente en los estatutos de Guigués se preceptúa a los legos rezar trescientos Padrenuestros por cada difunto. (Mabillón)
Solamente hay una disposición de carácter general en que se manda por Eudes de Sully, obispo de París, en 1298, que los presbíteros enseñen y se aprenda por los fieles el rezo del Padrenuestro, el Credo y la “Salutación a la Bienaventurada Virgen” No se sabe el efecto que esto tuvo en la diócesis de París, pero se diría que el terreno se iba haciendo propicio al rezo avemariano. Como se ve, el rezo del Ave María no era usual, sino esporádico y anecdótico. Pero en adelante cambiaría.
Santo Domingo y el rezo del Ave María
¿Qué se sabe de santo Domingo en relación con el rezo de las Ave María? No abundan los documentos pues consta que muchos han desaparecido. Sin embargo, hay datos de interés para saber su acción en la estructura fundamental, en el modo de hacerlo y el influjo que esto tuvo en otros. Desde primera hora se registra el modo de orar tan peculiar que él tenía: en los caminos, en las posadas, en las iglesias y en las salas capitulares. Unas veces oraba en silencio, otras en voz alta perfectamente perceptible. Así lo narra el pequeño libro “Modos de orar de Santo Domingo”, escrito probablemente por Fr. Gerardo de Teutona. Este fraile asistió al capítulo general de Luca en 1288 y entregó allí el documento en que recogía todo lo que había podido saber de él de labios de Sor Cecilia, discípula predilecta del santo. En él se dice que santo Domingo oraba moviéndose “con gran agilidad, levantándose y arrodillándose...” “A veces hablaba en su corazón y apenas se le oía y quedaba en genuflexión como en éxtasis” (stupefactus diu valde) Con este ejemplo, haciendo más que diciendo, enseñaba a los frailes de este modo. Estos modos de orar los practicaba en todas partes.
¿Qué oraciones tenía en este acompasado rezar con innumerables genuflexiones? En la obra citada se dice que con ello “enseñaba a los frailes”. Lo que éstos hacían se sabe por Galvano de la Fiamma: “Además hechas (por los frailes) las dichas devociones a la Virgen bienaventurada, unos se arrodillaban cien, otros doscientas veces entre día y noche y decían otras tantas veces el Ave María.”
Si esto copiaron los discípulos de él es que era una manera predilecta y usual de orar de santo Domingo- Galvano de la Fiamma dice que Fray Teutónico “en todas sus alabanzas a la Virgen decía el Ave María de rodillas.” Y en el citado libro de los “Modos de orar”, en el códice de Bolonia, de principios del siglo XV, pone dibujos en los que aparece santo Domingo orando en las características formas que él tenía; en el frontal del altar ante el que reza, se pone dos veces el Ave María, y en otro de los grabados pone el “Gratia”.
El "Ave María" y la Orden
La formulación del rezo
En las Beguinas de Gante- un pueblo entero de mujeres piadosas dirigido por dominicos- y cuya Regla data de 1234, se lee: “Cada Beguina...debe rezar cada día tres guirnaldas, orando, que se llaman “Salterio de la bienaventurada Virgen.” En un documento del año 1227 se manda rezar por los difuntos el “Psalterium beatae Mariae Virginis”. Si las “guirnaldas” constan de cuarenta y nueve Ave Marías – por imitar al salterio de oficio divino diario, las tres “guirnaldas” son ciento cuarenta y siete Ave Marías. El Rosario avemariano empieza prácticamente a constituirse en estos momentos.
La regulación de los rezos para los novicios, en el Oficio de la Virgen, es muy interesante como consta en un códice del siglo XIII. Después de los maitines de la Virgen, el novicio “meditará” “cum ardore” los beneficios de Dios: “la Encarnación, Nacimiento, Pasión y orar cosas generales semejantes....” y terminando la meditación de todo ello con el “Pater noster et Ave María”.
El rezo del Ave María, que se encuentra en el siglo XII rezado circunstancialmente por alguna que otra persona, en el siglo XIII, ya en sus principios, se recita al lado de Santo Domingo con una generalidad asombrosa; sus frailes lo hacen objeto de sus amores después de Completas; lo tienen en lugar de Oficio divino los socios de la Milicia de Jesucristo; lo reciben las monjas y novicios y forma parte del rezo obligatorio de los legos, de lo que pudiéramos llamar su Oficio divino.
Pero no sólo con Santo Domingo florece y se extiende el rezo del Ave María, sino que va a florecer en forma de “quincuagenas”, que es el número del Rosario, ya en su primera época. Las genuflexiones que se hacían, y a las que acompañaba por regla general el rezo avemariano, era normalmente el de 50 o múltiplos de este número. Como antes se ha visto, los frailes “imitaban” a Santo Domingo en sus rezos que era “recitar con genuflexiones” el Ave María, lo que hacían “unos, cien y otros, doscientas veces.
El rezo del Avemaría en algunos países de la Europa medieval
En Alemania se cita a Cristina Ebnerim, célebre mística dominica del convento de Engelthal que diariamente saludaba a la Virgen con 100 avemarías, y Estefanía Ferretti, dominica de Comar que, durante cincuenta años recitó a diario las 150 avemarías.
En Italia la beata Benvenuta Boyani recitaba el Ave María centenares de veces al día; ya en el siglo XIII.
En Suiza, las dominicas de Toesz, en la primera mitad del siglo XIV recitaban también las 150 avemarías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario